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Cecilia Casado

A partir de los 50

El privilegio de vivir sin prisas

 

Miro hacia atrás y apenas lo recuerdo, aquel tiempo en que había en mi rutina timbres y alarmas y luces que iluminaban el camino por el que, cada mañana, como una sombra de mí misma, me lanzaba a la vida, al trabajo, a la vorágine de la espiral de una mujer independiente. Miro hacia atrás y se aturullan las horas y los días, calendario del revoltijo, verano y vacaciones, invierno y túneles apenas alumbrados, niñas creciendo entre cuentos nunca terminados y el ruido de la prisa, siempre la prisa…

Lo más inteligente que pude hacer fue convencerme de que era mi libre elección, repetir el mantra del conformismo e incluso pensarme privilegiada: un buen trabajo, una buena casa, un amor que desbordaba las tapas azules del libro de familia. El amor lo sujetaba todo, el amor era la coartada perfecta, nunca discutida: madrugones, entregar el testigo y cubrir mi ausencia, el coche acelerado, las horas laborales que minaban la juventud y la fuerza a cambio del salario a fin de mes, el amor para querer y sentirse querida, con prisa matutina, con ansia nocturna por dormir y no pensar…

Ya apenas recuerdo aquellos años, aquella prisa por vivir.

Mis hijas han heredado la maldición del siglo que les vio nacer; ambas madrugan, trabajan, se entregan a su reto vital. Van corriendo, en auto o en metro hacia su destino; vigilan y cuidan sus amores, llenan la despensa, besan lágrimas y ríen cuando pueden, creo que duermen poco, muy poco, como alguna vez hice yo…

He dado la vuelta al tablero y retornado a la casilla de salida; con cuarenta años de trabajo a la espalda y toda la vida por delante, ya no necesito echar los dados porque cada mañana, en cada nueva jugada, dejo que fluya mi destino sin que ningún reloj le marque las horas.

¡Qué bueno es vivir sin prisas! Que la primera decisión del día sea elegir el mejor desayuno según la apetencia del momento, demorar la mañana extendiendo mantequilla o regando aceite sobre el pan caliente. Abrir las ventanas y oler la vida y decidir qué hábito de tela va acorde con el ánimo: soleado y de colores, lluvioso de entretiempo, añadir un collar o unos pendientes para alegrar un poco más el espejo.

Dejar que corra el agua caliente y nos inunde el vapor acogedor, frotar el cuerpo lentamente, acariciarlo y lavarlo sin el cronómetro salvaje de otra época. Gastar agua y gastar tiempo, nos sobran ambos en la sociedad occidental que está tan carente de otras cosas, sobre todo de valores humanos.

Pasear sin contar los pasos ni los cuartos de hora, llegar hasta el mar y decidir en el momento si me paro o doy la vuelta; comprar sin pensarlo un pescado o unos tomates si paso por el mercado o volver a casa con hambre y saber que en la nevera habrá algo sano y sabroso para preparar, sin prisa, porque no me esperan en ningún sitio….

Dejar que la compañía llegue sola, de la mano del cariño espontáneo, atrás quedaron las agendas anegadas de planes, citas, compromisos, obligaciones, entradas y salidas sociales, sin resquicio para la paz interior. Se jubilaron conmigo las clases de los lunes, el taller de los martes, el cine del miércoles, la compra de los jueves y las cenas de los viernes. También se diluyeron en la bruma existencial los fines de semana turbulentos que me agotaban física y anímicamente; y el domingo acechador, demoledor y aburrido, antesala del mismo suplicio de todas las semanas..

Ahora puedo –y quiero- con la lluvia acelerar, con el sol demorarme. Con la luz cantar por dentro y en la noche descansar, leer, dormir, soñar todavía.

Cada día cuenta por dos, cada semana se hace mes y los años son inmensos, llenos de posibilidades y buenas sorpresas, el calendario no significa apenas nada, cada día es víspera de fiesta…

¡Qué maravilla, qué privilegio, vivir sin prisas…!

“Celui qui est pressé, est déjà mort ». (Proverbio árabe o así).

« Quien tiene prisa, ya está muerto”.

 En fin.

LaAlquimista

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Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

 

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


junio 2017
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