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Carlos Rilova

El correo de la historia

La revolución de los nombres. Bayona en 1794

Por Carlos Rilova Jericó

alegoria-del-mes-de-floreal-por-loyuis-lafitte-synebrichoffin-taidemuseoiEste nuevo correo de la historia surgió, como tantos otros, de horas pasadas en los archivos. En este caso en el de Bayona. Llegué a él el sábado 13 de enero de 2018 acompañado por Aritz Irazusta, un reconocido (pese a su juventud) reconstructor histórico. El objetivo de esa visita, a petición de él, era revisar las notas manuscritas del erudito bayonés Édouard Ducéré para averiguar, o más bien confirmar, algunos datos sobre el uniforme de la llamada Guardia de Honor vasca que el mariscal Murat recogió en esta localidad laburdina, de camino a España, en el año 1808.

Revisando, con no poca dificultad, el legajo CGM 245, que contenía esas notas de Ducéré (yo creía tener mala letra, pero descubrí que había eméritos historiadores que la tenían aún peor), encontramos también una lista de nombres extraída de los registros de nacimientos en Bayona durante el período de la revolución de 1789.

Los nombres correspondían a los años II y III de la República francesa, una e indivisible. Es decir, a los momentos álgidos, más extremistas, de ese hecho histórico, donde ya las soluciones templadas -como una monarquía constitucional de estilo británico- han sido desplazadas por las propuestas más radicales.

Entre otras la de acabar con la aristocracia, declarándola una especie de raza maldita y a exterminar totalmente, abolir la monarquía considerándola una forma de esclavitud y muchas otras medidas como la desacralización de iglesias, el sometimiento del culto católico a la dirección del Estado, obligando a los sacerdotes a jurar fidelidad a la nueva república, más un largo etcétera en el que también entraba la abolición o el cambio de ciertos nombres, para demostrar así mejor cómo las cosas estaban cambiando en la Francia revolucionaria.

No es ningún secreto cómo en esa provincia de Laburdi, y otras, se cambió el nombre tradicional a ciertas localidades (especialmente si aludía a un santo) sustituyéndolo por nombres de eminentes revolucionarios o, en el mejor de los casos, de personajes considerados precursores de la revolución.

Todo eso se ha contado ya, por ejemplo, en Historias del País Vasco como la que ya hace más de tres décadas publicó la editorial donostiarra Txertoa.

De esa tormenta revolucionaria sobre los patronímicos, no quedaron libres ni siquiera los nombres de los meses del año ni los días de la semana, que pasaron de siete a diez y dejaron de ser llamados por sus nombres tradicionales de Lunes, Martes, etc…

Los nombres de los recién nacidos, como demostraban las notas conservadas en el legajo CGM 245, tampoco se librarían de esa visceral reacción contra el Antiguo Régimen.

Así nos encontramos con que el 3 de Nivoso del año II (finales de diciembre de 1794) una niña bayonesa fue bautizada (o sería más exacto decir nombrada) como Republicana Victoria Sans Culotte…

El 4 de Pluvioso de ese año II (finales de enero de 1794) el nombre elegido para el -según parece- neonato, era, simplemente, “Sans Culotte”.

El 8 de Ventoso del año II (finales de febrero de 1794) encontramos un caso un tanto ambiguo. Al parecer los padres del niño no querían entrar en el juego revolucionario y lo nombraron (según traduzco directamente del francés) Salvador Jacinto…

Sin embargo, debe tenerse en cuenta que, por un lado, uno de los más comprometidos extremistas de la revolución de 1789, Hébert, editor de “Le Père Duchesne”, el periódico que leía el bajo pueblo parisino, proclamaba, a menudo que Jesucristo (el Salvador), había sido el primer “sans culotte”. Por otra parte, el calendario revolucionario había suprimido los nombres de santos de cada uno de los días del mes, dedicando cada uno de los días a una flor, una planta, un animal, un mineral o una herramienta. Así, el día 9 del mes de Floreal (del 20 de abril al 19 de mayo) estaba dedicado, precisamente, al Jacinto…

Quizás esta denominación relativamente discreta fue un modo, por parte de los padres de Salvador Jacinto, de, como se suele decir, nadar entre ambas aguas, sin comprometerse con un bando o con el otro…

El 8 de Germinal del año II (finales de marzo de 1794), el nombre elegido era Jonquille (es decir, Junquillo) que era el elemento elegido para consagrar el día 8 de ese mes, que coincide con los días 21 de marzo a 19 de abril. Un bonito nombre, si se quiere ver así, ya que con el junquillo se hacía perfume o se trataba de combatir las famosas “miasmas pútridas”. El mal olor al que se achacaba, no sin razón, el origen de las temidas epidemias que arrasaban las pirámides de población de la Europa preindustrial.

Otros padres, no dudaban en ser más militantes. Ese es el caso de los de Philipinne Montagnarde (traducido Filipina Montañesa), que la bautizaban así el 26 de Fructidor del año II (mediados de septiembre de final de 1794 y comienzo de 1795), dejando claro, al menos con el segundo nombre de su hija, que estaban a favor de la Montaña. La facción más revolucionaria del Parlamento de París.

En el año III de la república francesa una e indivisible todavía hay algunos padres que, tal vez, aún creían en los valores revolucionarios más o menos moderados. Algo bastante digno de elogio en unos momentos en los que el Terror revolucionario llegaba a su punto más alto.

Ese parece haber sido el caso de los padres del niño nacido (o más bien bautizado o nombrado) el 23 de Germinal de ese año III (mediados de abril de 1795), al que se le puso el nombre de Franklin. En honor, evidentemente, a Benjamin Franklin. Uno de los primeros embajadores enviados a París por los revolucionarios norteamericanos de 1776 que inspirarían los comienzos de la revolución francesa de 1789…

Por supuesto, podríamos seguir durante hojas y más hojas hablando de esta curiosa revolución de los nombres pero, como suele ser habitual, una pequeña muestra ya suele ser bastante.

No cabe duda, desde luego, de que en Bayona, entre 1794 y 1795, prácticamente todos los nacidos, de mejor o peor gana, recibían nombres adecuadamente revolucionarios, que así también proclamaban la firme voluntad -incluso en el extremo Sur de la nueva República- de instaurar un nuevo régimen que acabase con lo que había existido hasta 1789.

Como lección de Historia sobre ese importante tema, creo que no es poca cosa.

 

 

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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