¡Ay, si pudiéramos confiar más en nosotros mismos! Si no nos entraran tantas dudas, ni le diéramos tantas vueltas a la cabeza analizando las situaciones una y otra vez…
El otro día me preguntaba una persona: “¿Qué tal estás?” Y como tengo cierta relación con ella, no quería darle una respuesta para salir del paso tan típica como: “Bien, ¿y tú?”. Así que le dije: “Bueno, con mis más y mis menos”. Después de unos minutos de contarle mis alegrías, me preguntó cuáles eran mis penas y yo le dije: ”Pues de las penas prefiero no hablar porque si necesito aclararme y encontrar alguna solución, ya tengo los cauces adecuados y, por lo demás, no quiero estar repitiéndome contando la misma historia una y otra vez”
Esa es la conclusión a la que he llegado escuchando la voz interior que todos llevamos dentro. Que si necesito respuestas, desahogos o apoyos, busco a una persona que me sigue en el día a día y conoce mi trayectoria. Pero ya no quiero escucharme una y otra vez contando las mismas historias a diferentes personas. Eso no me aporta nada y sólo sirve para que acabe cargada de negatividad.
Yo creo que todos tenemos un maestro interior. Pero, no nos engañemos, ese maestro sólo hace oír su voz si nos paramos a escucharnos, a dejarnos sentir, a vivir con otro ritmo más pausado y lento. Yo, a veces, me sorprendo de lo lento que hablo, incluso en mi trabajo, pero es que necesito escuchar mis palabras mientras las digo y corroborar, así, que encajan con lo que estoy vivenciando.
Intento buscar respuestas en mi interior, esas respuestas que me encajan, me hacen tenerme en cuenta y sentir que es así como quiero actuar. La verdad es que, a veces, no siempre esas respuestas mías me dejan con buen cuerpo porque tengo que poner límites o distancia de por medio, y eso no es agradable. Pero, conforme pasa el tiempo, siento que aquello que hice fue lo mejor para mí, lo que me ayudó a no entrar en un bucle de un eterno problema.
Hoy escribo a “vuela pluma”, como me van surgiendo las palabras de mi interior, sin pasar por los filtros de mi cabeza que me dice lo que puede ser más adecuado o no de escribir. Y corroboro que cuando hago caso a lo que siento, de una forma reposada, eso no se suele equivocar; más se equivoca mi cabeza de tanto pensar…
El maestro interior que llevamos dentro está hecho de reposos, intuiciones y vivencias y no pretendas llegar a conclusiones desde la cabeza que analiza una y otra vez los pros y los contras de una situación. Estamos a otro nivel, el nivel de las respuestas que surgen desde el silencio, ese espacio fecundo y enriquecedor en el que constatas que eres tú mismo.
Caminamos…Belén Casado Mendiluce
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