Hay personas que te dicen abiertamente que ellas son tranquilas y que no se alteran con facilidad, pero luego ante lo que les preocupa e inquieta pierden los nervios. Todos tenemos nuestro punto débil ante el que nos alteramos.
Lo importante es conocerse a uno mismo para no pretender dar imágenes de nosotros mismos que no se corresponden con la realidad. Ya sé que todos podemos querer caer bien a los demás cuando nos empiezan a conocer, pero dar imágenes falsas de nosotros mismos no se sostiene por mucho tiempo.
Y por mi experiencia, cuando alguien me dice: “Yo tengo buen carácter y es fácil convivir conmigo”, me digo: “Otro que tiene reprimida la agresividad y que se pondrá como un león enjaulado cuando se altere” Y así lo he corroborado, en verdad.
Todos tenemos derecho a enfadarnos cuando algo nos toca, y es normal y sano que así sea, porque la agresividad es una energía que está a nuestro favor, no en nuestra contra. La agresividad nos sirve para defendernos y hacer valer lo que es importante para nosotros. Otra cosa es la ira que acaba por desestabilizarnos a nosotros y a los demás.
Es mejor no ir poniéndonos etiquetas que nos definan porque luego esas mismas etiquetas…suelen saltar por los aires: “Yo soy tranquilo, no tengo miedos, no me agobio con los problemas, soy una persona resolutiva, que busca solucionar los problemas…”
He oído a alguna persona que decía: “Yo no tengo ningún miedo a los hospitales”, y luego te das cuenta de que, afortunadamente, esa persona no había tenido problemas físicos que le obligaran a pasar por un hospital.Ya veríamos si decía lo mismo cuando tuviera que ingresar por fuerza mayor.
Y esas mismas personas que hablan con esa rotundidad, se sorprenden si se ven a sí mismas perder los nervios cuando algo no lo saben resolver en el trabajo, se sorprenden si se les dispara el miedo cuando ven sus ingresos mensuales disminuir o si se agobian cuando surgen problemas que les molesta afrontar.
Todos somos nerviosos en lo que nos toca, porque siempre tenemos áreas de nuestra personalidad que no están suficientemente trabajadas, a las que no hemos llevado la luz de nuestra consciencia y que, por tanto, siguen estando en la sombra. Y cuando las tocamos, nos alteramos sin remedio.
Así que mejor no ponernos etiquetas para construir una buena imagen de nosotros mismos de cara a los demás. Mejor ser consciente de lo que nos toca para sacar de la sombra nuestros puntos ciegos y alumbrarlos con la luz de nuestra consciencia.
Caminamos…Belén Casado Mendiluce
belencasadomendiluce,@gmail.com
www.psicologiapersonalizante.com